Georgia. En primera línea contra el furtivismo con Giorgi Sulamanidze, Director del Parque Nacional
Nos llevó unas tres horas cruzar la frontera entre Azerbaiyán y Georgia. Dos horas y cuarenta cinco minutos la desastrosa frontera azerí y solo quince minutos la Georgiana. En el lado azerbaiyano nos sorprendió el peor ambiente fronterizo que hemos vivido desde la frontera de Vietnam. Los militares de frontera azeries hablan con total desprecio a todo el mundo sean georgianos, azerbaiyanos o viajeros occidentales. Ponen malas caras, gritan y se dirigen a la gente como si la frontera fuera un cuartel o un campo de concentración.
En las fronteras se sabe que en general se debe aguantar un poco, pero la del noroeste de Azerbaiyán nos puso al límite. Mientras la cara de Marleen empezaba a dibujar claramente signos de disgusto, yo trataba en tono condescendiente de convencerla de decir que sí a todo poniendo buena cara. “Lo se Marleen el tipo que tiene tu pasaporte es un déspota imbécil e incompetente, pero...” .
Creo que un mal gesto fue lo que le costó a Marleen estar de pie esperando el sellado de su pasaporte sin causa aparente durante más de una hora y media. El lado Georgiano sin embargo fue como entrar en Europa. Entregar y recibir el pasaporte sellado con un agradable “Bienvenidos a Georgia” y una amplia sonrisa del guardia, no llegó a los quince minutos. Tan pronto como empezamos a pedalear lo primero que me llamó la atención fue la gran cantidad de publicidad electoral con el rostro de diferentes candidatos. También vimos algunas banderas de la Unión Europea junto a las Georgianas. Todo esto me provocó un sentimiento extrañamente familiar y de confianza en el nuevo país.
Una vez en Georgia nuestro objetivo era el Parque Nacional Lagodekhi, teníamos el contacto de su director con una carta de recomendación que Marleen había obtenido de WWF Azerbaiyán. El Centro de visitantes del parque estaba a escasos 10 km, pero estábamos tan cansados que tras 5 km un cartel de Hostal en una casa actuó como un imán infranqueable que nos hizo frenar en seco. Por unos 18 euros una familia nos acomodó en una bonita y confortable habitación. Tras instalarnos nos sorprendieron llevándonos al sótano donde tenían una auténtica fábrica de vino tinto, una gran bodega cuyo vino estaba riquísimo.
Dicen los Georgianos que su país es la cuna del vino y de hecho existen investigaciones arqueológicas que sitúan evidencias de vinicultura en Georgia hace más de 7.000 años. No sabemos si de aqui salieron realmente los primeros vinos que paladearon los humanos, pero lo cierto es que es ingente la cantidad de vinos que se producen por toda esta región, en su mayoría pequeñas bodegas caseras donde se produce de una manera tradicional. Los jardines de toda casa que se precie, disponen de unas buenas parras de las que surgirá el preciado néctar de uvas.
Tan pronto como conseguimos conectarnos a internet nos pusimos en contacto con el Director del Parque Nacional, Giorgi Sulamanidze quien quedó con nosotros a la mañana siguiente.
Los orígenes del Parque Nacional Lagodekhi, un verdadero santuario de la vida salvaje, se remontan a principios del S.XX. Por entonces un aristócrata ruso Demidov, adquirió los derechos de explotación cinegética sobre el área del parque, cuya propiedad pertenecía al Estado zarista ruso. Hasta entonces los vecinos habían campado a sus anchas por el mismo, pero Demidov deseaba el área y especialmente la caza privativamente para si, su familia y sus amigos. Prohibió la entrada al área y formó un grupo de guardianes que vigilaban el área, así como ejecutaban crueles castigos a aquellos que contravenían sus estrictas reglas.
Al día siguiente llegamos al Parque y nos recibió Sandro, relaciones públicas del parque. Era un tipo que podría ser español, con un irónico sentido del humor, ´´a mi no me preguntéis ni de animales ni de plantas, esa no es mi materia pero de rutas lo que queráis las he pintado yo todas, si alguien se pierde es por mi culpa, siempre he sido un tipo muy negativo no me echeis mucha cuenta´´. Un tipo entrañable. Sandro nos explica los tres grandes espectaculares senderos que se adentran por las laderas del Parque natural. Todas ellas son posibles de hacer por libre y gratuitamente. Esto contrastaría con el segundo parque que visitamos días después al oeste de Georgia, Kolkheti National Park , que funciona bajo el principio “el que observa paga”. Algo que pensamos hace un flaco favor a la Naturaleza. Algunos de los bellos de senderos de Lagodekhi suponen perderse por las montañas del Caucaso y llegar hasta la frontera con la Federación Rusa a más de 3000 metros de altura. Durante las explicaciones de Sandro, se acerca Giorgio el director del parque con cierto aire de timidez. Sus gafas que le confieren un aspecto académico, aunque las experiencias que nos contará en los próximos minutos son más propias de un auténtico luchador en primera línea, que de un funcionario medioambiental de oficinas.
Georgi es Licenciado en Biología en Tiflis, director desde hace siete años del Parque Nacional Lagodekhi, asi como de la Agencia de Áreas Protegidas de Georgia. Su relato sobre el Parque Nacional Lagodekhi comienza en el colapso de la era soviética. Ese caótico y corto periodo de tiempo en que tanto se perdió en todos los ámbitos, desde museos que perdían sus piezas arqueológicas a través de corruptas ventas, a los parques nacionales que veían descender su fauna dramaticamente con la caza furtiva incontrolada.
Actualmente tenemos bastantes furtivos reconoce el director, el número de denuncias y actuaciones se multiplican cada año, en su mayoría se trata de locales. Hace siete años cuando llegué al parque campaban a sus anchas. Yo tenía desde el primer momento la idea clara de acabar con la caza furtiva. Tanto la caza como la tala ilegal dentro del área natural protegida debían acabar. Muchos ciudadanos de Lagodekhi me veían como un forastero con aspecto académico, que llevaba cuatro días aquí y venía a decirles que no podían hacer lo que llevaban haciendo toda la vida.
Teníamos no solo el problema de los furtivos sino que también algunos de los propios rangers del parque colaboraban con ellos. Y pensamos que incluso cazaban ilegalmente por su cuenta. Acabar con todo esto no iba a ser tarea fácil, recibía muchas presiones desde muchos frentes. Me vi obligado a expulsar algunos rangers y la persecución sin tregua de los furtivos originó muchas tensiones.
Era mi segundo año como director, una época de fuertes presiones tanto externas como internas y entonces ocurrió el suceso de la bomba en la parte trasera de mi camioneta. Conduciendo durante una patrulla del parque, llevaba un rato oyendo un ruido raro metálico en la parte trasera del vehículo. Me baje a comprobar que era y ví con asombro una granada de mano con el mensaje “go away” gravado en su superficie. Afortunadamente no había explotado. Anteriormente ya había sufrido otras amenazas a través de pintadas con amenazas en mi coche. Un coche nuevo que pintaron totalmente de negro y un día me percate de que los manguitos del freno habían sido cortados. Yo pienso que fueron cazadores locales acostumbrados a hacer y deshacer a sus anchas en el parque pero la Policía siguió la pista de algunos exrangers que habían sido despedidos por furtivismo o beneficiarse de él. Finalmente nunca se detuvo a nadie.
Georgi venía de trabajar en otro parque al oeste de Georgia y pretendía poner vayas a un campo que muchos furtivos de la aldea con sus kalashnikov creían suyo. Los furtivos entraban y se cobraban las piezas que querían. El cerraba el parque y les prohibía la entrada con amenaza de detenciones, intervenir las armas y posibles sanciones.
Aumentó mucho la tensión con muchos habitantes del pueblo. Trato de reunirse con ellos. Explicarles las oportunidades que ofrecía un parque rico en biodiversidad, en animales, para la comunidad en forma de ecoturismo. Incluso trató de realizar labores de educación medio ambiental para cazadores y locales interesados, explicando por ejemplo el error de matar o capturar cachorros o hembras para la propia cinegética.
Con todos estos problemas, el trabajo de los ragers no era ni es nada fácil. Se trata de un trabajo profundamente vocacional. El escaso salario lo hace un trabajo económicamente poco atractivo. El ministerio solo paga 120 dólares mensuales, que son complementados con 50 más a través de la colaboración del parque con otras organizaciones no gubernamentales. Normalmente los agentes forestales para sustentar a sus familias, deben complementar estos ingresos con huertos o la cría y mantenimiento de animales domésticos como vacas, gallinas o cerdos en casa.
Solucionar la tala ilegal de árboles fue más fácil. En Lagodekhi han diseñado un programa en que los rangers señalan ejemplares arbóreos en lo que se cataloga como perímetro aprovechable alrededor de una zona intocable. Conforme a este sistema un supervisado número de árboles son cortados para leña y son suministrados a la aldea a precios asequibles. Estas labores revierten además en el pueblo a través de puestos de trabajo.
Los rangers además de llevar a cabo las funciones habituales de patrulla, realizan labores de monitoreo o colocación de cámaras trap. El problema muchas veces es que su colocación frecuentemente no se realiza en lugares más interesantes a efectos científicos, sino en los lugares mas bonitos. Las imágenes de estás cámaras muchas veces han sido utilizadas para atrapar a furtivos.
Los rangers pueden multar y detener a los furtivos pillados “in fraganti”. Si el cazador ilegal lleva armas o ha cazado un animal en la lista roja, su expediente pasa al ámbito judicial. El arma por lo general le es lamentablemente devuelta, junto a una multa de 50,000 lari unos 19,500 euros si lo abatido es por ejemplo un jabalí. El mayor problema del sistema es que debido a las desproporcionades cantidades, los multados que son aldeanos sin apenas medios, no suelen pagar y por otro lado se produce normalmente la devolución del arma, con lo que muchos vuelven al monte con sensación de impunidad.
Ante esta sensación de impotencia que sienten los rangers, en una actitud reprochable pero comprensible, no es raro que el cañón del arma sea doblado con la rama de un árbol antes de su devolución. Las armas preferidas para cazar son casi siempre armas automáticas de guerra: kalashnikov, aunque también se usan en menor medida convencionales de cartuchos.
La última detención de un furtivo se produjo hace algunos meses al ser abatido un jabalí. La sentencia ha sentado un buen precedente, el juez decidió confiscar el arma definitivamente y aplicar 2000 laries de multa (unos 620 euros).
El parque Lagodekhi cuenta con 18 rangers. Deberían contar con muchos más, asegura Georgi, pero además de que la administración no esta por la labor de presupuestar más, ello supondría la imposibilidad de complementar sus salarios.
Nuestros rangers van por supuesto armados, sobre su conveniencia no tenemos dudas.
Esta es una manera efectiva de disuadir al furtivo de barajar el enfrentamiento y la agresión. Son muy frecuentes las tensiones entre rangers y furtivos, y tratamos de aplicar la regla 4×1. Por cada furtivo acuden al menos cuatro rangers. No hace mucho uno de nuestros ranger fue herido al ser alcanzado por piedras lanzadas por furtivos a los que perseguía siguiendo una especie de collado. Lo rodearon y nuestro ranger, todavía en solitario a la espera de refuerzos, fue apedreado en una posición vulnerable.
En 2012 un Ranger fue asesinado en uno de los parques Nacionales de Georgia situado más al Oeste, durante una persecución a pie de un grupo de furtivos a caballo, fue disparado. A partir de este suceso el Gobierno georgiano, tomó algunas medidas tendentes a equiparar el estatus de ranger con el de soldados o policías e introducir y mejorar nuevas compensaciones sociales en estos caso. Fue un primer paso aunque en este terreno queda aún mucho por hacer.
Tenemos que reconocer que a pesar de haber mejorado mucho en el equipamiento de nuestros rangers: uniformes, vehículos, radios, gps…etc, los furtivos tienen en ocasiones mejor material. En su mayoría poseen armas de guerra automáticas: kalashnikov. Además cada vez se organizan mejor, en paralelo a nuestra profesionalización. Usan móviles y se cubren el rostro para no ser reconocidos por las cámaras que tenemos distribuidas por puntos estratégicos del parque.
El número de furtivos esta creciendo en los últimos años. Y lo que más sienten los rangers es la poca puesta en valor de su arriesgado trabajo. Existe en Georgia un fenómeno de tolerancia cultural e incluso gubernamental de la caza ilegal. El Gobierno no llega a abordar el tema del furtivismo y la protección de la Biodiversidad con la debida prioridad. Los departamentos de Agricultura y Naturaleza se han unido en el último gobierno en un solo ministerio, en una clara muestra de perdida de prioridad en esta segunda materia. Afortunadamente en Georgia existen organizaciones no gubernamentales como WWF Caucasus, que presionan el gobierno, evitando en cierta manera su pasividad.
El parque es rico en diversidad, son muy diversas las especies que pueden verse por las laderas y valles del parque: cabras caucásicas, rebecos, osos, jabalíes, linces, lobos, quebrantahuesos, buitres leonados, águilas imperiales y curiosamente mapaches, un extraño forastero de estos lugares que fue importado de América. Todas las poblaciones están afortunadamente en proceso de recuperación. Esta buena salud del parque esta atrayendo, en los últimos años un floreciente turismo. El parque recibe sus visitas fundamentalmente de ciudadanos de la capital Tiflis y algunos turistas europeos. Paralelamente están proliferando los pequeños alojamientos turísticos. La gente del pueblo de Lagodekhi pueden ver que su parque es una buena fuente de originar ingresos y esto repercute en que sean los primeros interesados en conservar los animales y denunciar a sus agresores.
El parque esta en el triángulo que forman Georgia, Rusia y Azerbaiyán. Ambos con parajes especialmente protegidos entorno a Lagodekhi. Las relaciones con Rusia son desgraciadamente difíciles, debido a que apenas hace 10 años de un conflicto armado entre los dos países y las heridas a nivel fundamentalmente político todavía no se han cerrado. Una lástima porque a nivel científico-ambiental Georgio asegura que les encantaría participar conjuntamente en proyectos rusos como el de reintroducción del leopardo caucasico. Las relaciones con Azerbaiyán son sin embargo muy buenas. Atravesar la frontera es muy sencillo y esto facilita las cosas y en general la colaboración a ambos lados de la frontera.
Abandonamos las oficinas del parque con muchas ganas a hacer una de las rutas: La cascada. Atravesamos un frondoso bosque de centenarios carpes y arces, siguiendo el cauce natural del río Shoma, con saltos de agua entre enormes cantos rodados y seguimos un sendero desde el que se oyen los rumores y movimientos de animales difíciles de ver e identificar entre la frondosa vegetación.
Esa noche montamos la tienda en la zona reservada para la acampada en el parque, a pesar de que nos invitaron y aconsejaron dormir en el propio centro de visitantes. Era posible descenso de las temperaturas bajo cero, nos aseguró el más veterano agente forestal del parque, apunto de jubilarse. Hace frío pero es una ocasión estupenda para escuchar los sonidos maravillosos de la noche del Parque Lagodekhi, le contestamos Marleen y yo.
Amaneció cielo azul en las montañas del caucaso. Tea la administrativa que junto a Sandro es la tercera componente del núcleo fuerte del parque entorno Giorgi nos invita a desayunar en las oficinas. Habla bastante bien alemán y conversa con nosotros durante el desayuno. Esta maravillada con su estancia en Alemania hace un par de semanas. A través de un acuerdo de colaboración germano-georgiano visitó un Parque Nacional en la región de Bavaria. Cuenta maravillas del eficiente trabajo de los alemanes, su motivación, su amor sincero por la naturaleza, y su buen ambiente laboral.
Poco antes de abandonar el parque, con la ayuda de Sandro grabamos un pequeño video para el periódico ABC de Sevilla. El periodista Álvaro García se había puesto en contacto con nosotros hacía varios días para hacernos una entrevista telefónica y nos había pedido que le hiciéramos un vídeo.
Ya siendo medio día nos ponemos a dar pedales rumbo Tiflis, capital de Georgia, todavía a unos 150 km. Tomamos una nueva carretera secundaria rumbo suroeste dejando a nuestras espaldas el enorme macizo caucásico. No podemos parar de girarnos frecuentemente para ver sus impresionantes cumbres nevadas e iluminadas por el sol.
Por el camino atravesamos algunos pequeños pueblos, de casas muy humildes y carros cargados de leña tirados por burros. El ambiente es agrario y sencillo. Numerosas pequeñas iglesias y cruces por todas partes demuestran que los georgianos son fervientes creyentes ortodoxos.
Pedaleamos sin que apenas nadie nos grite con saludos. Las gentes de Georgia no son tan entusiastas con nuestras bicis como en los países más al este, los ''países estan''. Aqui no hay explosiones de gritos, silbidos o pitidos a nuestro paso. La gente prefiere mirarnos de reojo o hacer como que no estamos. Es en cierto modo es un descanso, nos deja concentrarnos en nuestros pensamientos durante el pedaleo, algo que ya necesitábamos. En algunos tramos nos habíamos sentido como el Papa saludando a diestro y siniestro.