Sueños de explorador en el cañón de Charyn
El 10 de Agosto, tras 85 kms de pedaleo en las planicies esteparias kazajas, algo de subir colinas, viento en contra y alguna pequeña tormenta, llegamos anocheciendo al profundo cañón del rio Charyn. Una gran raja abierta en la estepa, una profunda herida escarbada por el agua en la Tierra.
El paisaje era sobrecogedor, una especie de gigantesca cantera marciana. Los acantilados del cañón ofrecían algunos pequeños balcones resguardados del viento. Con los últimos rayos de luz, cansados, buscamos un lugar adecuado para montar la tienda y nos sentamos a contemplar simultáneamente la puesta de sol al oeste y la salida de la luna al este.
Inspirada por el bello fenómeno natural y el paisaje, Marleen me recordaba lo afortunados que eramos pudiendo estar alli disfrutando de ese precioso momento. Y como ocurre amenudo en estas mágicas ocasiones nos pusimos a filosofar, a pensar en ideas llenas de sentido en el presente en el que son pensadas.
No somos los únicos, sino muchos los que como nosotros recorren el mundo sobre una bicicleta. Con un par de mapas, una tienda de campaña y las alforjas llenas de cachivaches: una tienda, los sacos de dormir, algo de ropa, aseo, pastillas potabilizadoras, repuestos mecánicos, hornillo de cocinar, cámara de fotos… nos lanzamos durante meses o quizás años a explorar y recorrer pedaleando la geografía terrestre.
¿Somos turistas, viajeros, aventureros o exploradores en bicicleta?, nos preguntábamos en la estepa Kazaka, a 70 km de nuestro séptimo país: Kirguistán. Anochece y cortamos unos tomates, pelamos una cebolla, picamos ajo, una pizca de sal y calentamos agua para hacer unos espaguettis. Comemos ojeando los mapas, planeando el trayecto del próximo día y recordamos todo lo recorrido hasta hoy.
10.000 km en nuestras piernas desde que salimos hace 7 meses del “país de las sonrisas”: Tailandia. Más de 200 páginas escritas en nuestro diario, llenas de aventuras, anécdotas, algunos enfados y direcciones de cientos de nuevos amigos. 1548 Fotografías. Trece pinchazos, cuatro radios partidos y numerosos chapuces que remiendan nuestras bicicletas.
Cada vez son más los que huyen de vidas ordenadas y rutinarias alejándose de ellas con una bicicleta:Esther, Roel, Lukas, Katarina, Sara, Thorsten, Lisi, Pablo, Luke, Luis.... son algunos de los muchos cicloviajeros que nos hemos encontrado en el camino. Nos subimos a una bicicleta para asistir a “la mejor lección de geografía” del mundo, como declara en sus charlas el geógrafo y aventurero inglés Rob Lilwall, autor de "Cycling Home From Siberia", en parte uno de los principales inspiradores de nuestro viaje. Pero también nos subimos pedaleando en un largo viaje exterior e interior, descubriéndonos a nosotros mismos. El viaje pedaleando nos instala en un eterno presente, que pone constantemente a prueba la manera en que afrontamos la incertidumbre y los problemas.
Pero, ¿Qué es realmente lo que nos impulsa a explorar sobre “dos ruedas y a pedal” el mapa mundi? ¿Tienen nuestras motivaciones algo en común con las de aquellos grandes exploradores de antaño: Colón, Livinstone, Stanley, Marco Polo, Humboldt, Darwin...? ¿Serían hoy en día tambien ellos bicinautas, cicloviajeros? ¿Es posible todavía el descubrimiento o la exploración?
El viaje en bicicleta supone regresar a un romántico pasado, es el vehículo ideal para ser el viajero que aspiramos a ser, viajeros lentos y sencillos. Entregarnos a la reflexión sociocultural mediante el constante contacto con los autóctonos, a la búsqueda de la cooperación y la necesidad de ella, al deleite de la incertidumbre, el disfrute de la sencillez.
Una experiencia exterior e interior que nos cambia. Como escribió Steinbeck “Yo no hago un viaje sino que el me hace a mi”. Seguro que cuando lleguemos a nuestro destino ya no seremos los mismos, habremos cambiado, dejado muchos muebles viejos que no necesitábamos.
Con el viaje en bici, su lentitud natural, tratamos de evitar ser esclavos de los sentidos. Huir del deseo impulsivo de satisfacer necesidades y deseos rápidamente. Impulsos que impiden disfrutar del momento presente, de lo que “en el ahora” sucede. Ideas ¨que descubrí entusiasmado en el libro de Eckhart Tolle: The power of now.
¡Qué diferente del moderno turista!, que tiene su natural aliada en la prodigiosa aviación, que en escasas horas lo catapulta a miles de kilómetros de distancia. Turistas que alardean de haber desayunado en París, comido en Roma y cenado en Londres o de un pasaporte lleno de sellos de fronteras en unas vacaciones de verano.
Se dejan de medir las distancias en kilómetros para medirlas en euros, ha perdido la afinidad emocional innata de lo humano con la Naturaleza. Y eso sin mencionar el coste medioambiental. El objetivo se convierte en efímero: estampar en su pasaporte tantos sellos fronterizos como sea posible, como si el pasaporte fuera una Compostelana que hubiera que de llenar de impresiones para obtener la indulgencia contra lo ordinario y el aburrimiento.
Los tejidos de la tienda de campaña se agitan suavemente, una suave fresca brisa recorre el Cañon del rio Charyn y despertamos de nuestras reflexiones.
El sonido relajante del agua una decena de metros sume, en un profundo sueño rápidamente a Marleen. Yo cierro mi diario, apago la linterna y disfruto del frescor de la noche y la fabulosa vista de cielo estrellado, en el que la via lactea parece derramarse por el firmamento.