Retenidos en la frontera China
Los días de atravesar fronteras son siempre inciertos, es difícil planear los kilómetros que pedalearás o el lugar donde pernoctarás. Nunca sabes si los trámites fronterizos te llevarán minutos, horas o quizás días.
En Europa, con la UE, nos hemos acostumbrado a cruzar fronteras terrestres sin bajarnos del coche, aminorar la marcha o incluso saludar al policía.
En realidad hasta ahora, aunque no como en Europa, las fronteras habían sido un trámite más o menos sencillo. Pretendíamos entrar por una frontera: Tianbao, desconocida. Declarada recientemente internacional ¿Por que debíamos preocuparnos hoy?, me preguntaba yo, mientras recorríamos los 30 km entre Ha Giant, Vietnam y la frontera con China.
La carretera discurre siguiendo el valle de un rio. Se pedalea por terreno llano, el paisaje no ofrece las maravillosas vistas del día anterior en la meseta de Dong Van, pero de todas formas nuestros pensamientos están puestos más en los tramites fronterizos que en el disfrute del entorno.
Me sacan de mis reflexiones tres hombres que descuartizan en plena calle, junto a la carretera, un enorme cerdo. En realidad aunque había sido una imagen habitual en Vietnam, no termina de dejar de asombrarme la carniceria. Paramos en un bar cercano a la frontera para gastar o siendo posible cambiar los últimos Dongs vietnamitas que nos quedaban en los bolsillos. Un amable cliente Chino nos los cambia por Yens a un cambio mucho más justo que el que pretendía la dueña vietnamita del bar. La verdad es que los vietnamitas siempre se habían mostrado algo cicateros. Un occidental era siempre una oportunidad de hacer algunos ingresos extras.
Llegamos al edificio fronterizo vietnamita. Un gran cubo de hormigón estilo comunista.
Una larga pero fluida cola de vietnamitas nos precede. La cola avanza rápidamente. En la ventanilla, el agente de frontera mueve las manos con agilidad y despacha los pasaportes abriéndolos y estampándolos con una rapidez asombrosa. Cuando llega mi turno y le saludo: “hello”, se le descompone la cara. El funcionario toma torpemente nuestros pasaportes, los ojea y se los pasa a un compañero que tiene al lado, seguidamente los pasaportes empiezan a dar vueltas por todo el edificio comunista. De una ventanilla a otra los funcionarios, tras manosear nuestros pasaportes niegan con la cabeza.
Nadie nos decía qué pasaba, cual era el problema, si lo había, nadie hablaba inglés,. Nos empezábamos a inquietar. Tuvieron que pasar 30 minutos hasta que los pasaportes llegan al agente con más estrellas sobre las hombreras, que casualmente pisaba en ese momento la puerta de entrada al edificio. En un periquete da visto bueno asintiendo con la cabeza.
Tanto el resto de funcionarios, como nosotros respiramos aliviados.
Dos minutos después, eran las 11:30 am y estábamos a las puertas del edificio de la frontera China. “Border from China”, podía leerse en inglés a la entrada. El policía de frontera en la puerta, con la clásica desproporcionada visera, nos da amablemente la bienvenida: “Welcome to China”.
En el interior del edificio se respira modernidad: un cuidado y sofisticado mobiliario, carteles de normas de comportamiento bilingües, cámaras por todas partes, pantallas de televisión…
Entregamos nuestros pasaportes en la ventanilla de inmigración y no volvimos a verlos hasta pasadas unas larguísimas 22 horas.
Nos llevaron a una habitación en la que parecían descansar algunos policías. Uno de ellos era: Muang Xu Hang, quién nos invitó a te y se presentó como funcionario interprete. A partir de entonces Marleen sería lady y yo Gentleman.
Lady and Gentleman,
- ¿Podemos hacerles unas fotos? Preguntó Mr. Muang
Tras terminar con las fotos,
- ¿Gentleman, puede acompañar a estos agentes para registrar las bicicletas?. Preguntó Mr. Muang.
- Si no hay más remedio respondí.
Registraron las bicis. Yo fui vaciando, bajo la atenta mirada de varios agentes y la grabación de una cámara de video, el contenido de las alforjas, poniendo todo sobre el poncho que había extendido sobre el asfalto. Pareció contentarles todo lo que vieron.
- Lady, ahora usted debe pasar a esta habitación para hacer una declaración. Dijo Mr. Muang a Marleen.
Nos interrogaron por separado haciéndonos firmar sendas declaraciones juradas: ¿Cuál es el propósito de su viaje a China? ¿Cuál es la ruta que van a seguir? ¿De cuanto dinero disponen? ¿Porque han viajado a Turquía hace tres años según los sellos estampados en su pasaporte? ¿Cuál es su religión?¿Dónde han gestionado su visado a China? ¿Porqué en Laos?...
Ya eran las 15:00. Llevábamos más de cuatro horas en el edificio, que más que una frontera parecía el Centro de Inteligencia Chino y nosotros presuntos espías.
- Gentleman, puede darme su ordenador y el móvil por favor.
El portátil y los móviles no se libraron de una minuciosa búsqueda.
A las 17:45 nos entregaron los pasaportes.
- Lady y Gentleman ya hemos terminado tomen sus pasaportes. Dijo Mr. Muang
Pasamos a la ventanilla de inmigración y el funcionario sella el pasaporte de Marleen. Después, mientras yo le entrego el mío, recibe una llamada en el teléfono de su ventanilla.
- Nuestros superiores no autorizan por el momento su entrada, debemos hacer más comprobaciones.
Nos retiran los pasaportes y nos vuelven a conducir a la habitación.
La frontera se cierra a las 18:00, muchos funcionarios van dejando sus gorras en la habitación para irse a casa. Nosotros seguimos allí con Mr. Muang, el policía encargado de la ventanilla y el responsable de los registros. Se les ve en las caras que no les agrada lo que ha ocurrido. Durante todo este tiempo habían sido siempre muy amables, nos habían invitado constantemente a te, puesto la televisión en inglés y perdido perdón muchas veces por el retraso en nuestra entrada en China.
Gracias a que algunos policías pudieran hablar algo de inglés, las largas horas de incertidumbre en la habitación se habien hecho entretenidas.
Finalmente nos dan la esperada y temida noticia de que deben seguir haciendo comprobaciones de nuestros documentos y que debemos dormir en la ciudad fronteriza. Nuestros pasaportes nos son retirados.
Les explicamos que no tenemos Yenes para poder cenar o pagar un hotel. Nos llevan a un cajero, pero no acepta nuestras tarjetas Visa.
Tres de los funcionarios chinos que nos habían acompañado continuamente durante todas las gestiones, cambian sus uniformes policiales y vuelven con ropa deportiva, como si fueran a irse a hacer footing, aunque en realidad nos llevaban a cenar.
Durante la comida, una típica hot pot china en el mejor restaurante del pueblo fronterizo, nos hacen decenas de preguntas interesándose por nuestro viaje. Nos recomiendan lugares en China que no podemos dejar de visitar. Uno de ellos nos confiesa que le encantaría hacer un viaje como el nuestro, pero nos explica que los policías en china tienen prohibido viajar al extranjero. También no cuentan que los agentes fronterizos proceden de lejanas regiones y tienen sus familias a cientos o miles de kilómetros (esta parece la política China con las fuerzas de seguridad). Nos preguntan sobre las fronteras en Europa, y no se pueden creer la libertad de movimiento que tenemos de un país a otro sin controles fronterizos y sin pasaporte.
Tras pagar la cuenta , al parecer con fondos de la Frontera, nos llevan a un magnifico hotel a 20 metros de sus oficinas, frente a la Comisaria de Policía del pueblo. Tras ayudarnos a subir las alforjas a la habitación nos ordenan que no abramos la puerta a nadie y que mañana estuviéramos en sus oficinas a las 9 en punto.
A pesar de tanta amabilidad, las sensaciones que teníamos Marleen y yo eran extrañas, estábamos bastante preocupados por no saber lo que realmente ocurría. ¿Cúal era el problema para que no nos hayan dejado entrar teniendo visado? Teniamos el presentimiento de que algo va mal.
Nos habíamos quedado sin nuestros pasaportes y pudiera ser que no fuéramos autorizados a entrar en China, lo que sería un problema por que tampoco podíamos entrar de vuelta en Vietnam una vez que nuestro visado estaba agotado.
Me llegué a preguntar si sería buena idea contactar con la embajada o pedir un Habeas Corpus (si es que esta garantía constitucional existe en China). Fue una noche en la que dimos muchas vueltas a la almohada.
A la mañana siguiente eran las 8:55 y estábamos en las oficinas de la frontera. Mr. Muang nos lleva a desayunar y al regresar sorprendentemente nos sellan los pasaportes. Los cuatro funcionarios que nos habían acompañado durante las largas horas en la frontera se despiden emocionados y nos piden nuestros emails.
Entramos en China pedaleando bajo una intensa lluvia y lo primero que nos llama la atención es la artística e indescifrable escritura china por todas partes y el canto de las aves, mucho mas abundante y variado que al otro lado de la frontera. ¡Despues de casi cinco meses hemos llegado a China! Nos abrazamos.