Visitando el Parque Nacional Ba be en Vietnam
«Algunos conservacionistas consideran la naturaleza de Vietnam tan gravemente degradada que la consideran un caso perdido» Lonely Planet
La tarde del 7 de mayo llegábamos al Parque Nacional de Ba be, tras pedalear por una bonita carretera secundaria que subía y bajaba entre plantaciones de arroz y maíz. Era domingo y sin clases en los colegios vietnamitas, muchos niños de las aldeas nos acompañaban durante pequeños tramos con sus bicicletas, y solo cuando la carretera empezaba a subir los pobres niños, con bicicletas de piñón fijo, nos dejaban solos hasta la siguiente aldea.
Desde hacia varias decenas de kilómetros, con cielo azul y un brillante sol de nordeste, seguíamos el curso del rio Song Ta Die, cuyo cauce era el centro de la vida de un un precioso valle flanqueado por colinas llenas de abundante vegetación: plataneras, mangos y otros muchos árboles exóticos.
A la orilla del rio crecían abundantes y recios bambús, que los aldeanos daban múltiples usos que brillaban por doquier. Podíamos ver bambús canalizando el agua, en forma de muebles, balsas, vallas para el ganado y por supuesto servido en el plato acompañado de arroz.
Tras una empinada subida, en la que tuvimos que apretar los dientes, atravesamos un gran arco que daba la bienvenida al Parque Nacional Ba Be. Son las 3 de la tarde y junto a la valla levadiza, al margen derecho, se levantaba una destartalada garita con dos guardas forestales de uniforme tumbados en sendas hamacas. Nos saludan somnolientos y continuamos pedaleando sin detenernos. La carretera empieza a hundirse serpenteando por otro precioso valle rodeado de paredes de roca. De las paredes calizas cuelga una exuberante vegetación que deja ver enormes parches de piedra gris, creando un contraste de gran belleza. Nos dejamos llevar sin pedalear contemplando el paisaje. Al fondo se extiende el lago natural más grande de Vietnan Ba be, unión en realidad de tres lagos alimentados por tres rios: Nang, Ta Hang y Nam Curong. Es uno de los pocos lagos vietnamitas que tiene agua durante todo el año y es un importante regulador de posibles inundaciones en la época de lluvias.
Bajamos a toda pastilla impulsados por la inclinación y embobados con las vistas. Hay curvas a izquierda y derecha, y la necesidad de sortear numerosos baches. En una curva cerrada con un gran hoyo en el centro por poco hago un recto que me hubiera llevado con bici y alforjas al fondo del lago. En medio de las tranquilas aguas hay un par de pintorescos islotes, en realidad rocas de las que los árboles y la vegetación tratan de extraer los escasos nutrientes con desarrolladas y desproporcionadas raíces que abrazan la piedra. También se pueden ver varias inmensas cuevas y una gran cascada al oeste. Alrededor del lago se asientan algunas aldeas de la minoría étnica Thay, son vietnamitas que se dedican a la pesca, caza, recogida de leña y tareas agrícolas. Viven conforme a costumbres ancestrales, aunque empieza a proliferar cierto turismo. El paisaje kárstico y la belleza escénica de la zona lo han convertido en los últimos años en un centro de atracción turística vietnamita, muchas familias han optado por construir pequeños alojamientos en sus propias casas y ofrecer paseos en barca.
Atravesamos una aldea formada exclusivamente por casas de madera, en las que viven pescadores y agricultores. Nos alojamos en una de ellas.
En el Parque Nacional Ba be, Pham Vam Nam era nuestra persona de contacto, tenía la tarea de ser el traductor en nuestro encuentro con el jefe de los rangers del Parque. A la mañana siguiente, nos encontramos con él. Es un varón de unos 50 años, delgado y bajito, como casi todos los vietnamitas. Había trabajado toda su vida para el gobierno Vietnamita, en un cargo ejecutivo en el Departamento Técnico del Parque, pero desde el año pasado trabaja para Saigón Company, una empresa que trata de hacerse con el negocio del eco-turismo en Ba be.
Nos conduce al cuartel general de los rangers, un curioso edificio de mezclados tintes coloniales, comunistas y orientales. Hoàng Vân Kiên, comandante de los rangers del Parque Nacional Ba be, nos espera sentado con las piernas cruzadas y el semblante solemne como el de una estatua sumeria. Hay tres sillas más y delante una pequeña mesa sobre la que hay preparada una tetera humeante con cuatro tazas. Sin pestañear y sin decir una palabra se levanta y nos recibe con un fuerte apretón de manos. Es un hombre delgado, en mitad de los cincuenta, piel morena curtida por el sol, pelo negro aún abundante y uniforme militar impecablemente planchado. Luce una gran estrella dorada de seis puntas en las hombreras (comandante).
Con ayuda de nuestro traductor empieza contándonos que es oriundo de las orillas del lago que bañan el parque. Lleva trabajando en él desde hace más de 20 años. Empezó patrullando en la selva aldedor de Ba Be, en una época difícil en que las gentes de las aldeas estaban acostumbrados a hacer lo que querían: cazar, talar árboles, quemar laderas enteras para cultivar, arrojar basuras y no comprendían las limitaciones que se trataban de imponer. Era una lucha diaria y constante. Con el tiempo, experiencia y tras finalizar estudios forestales en la Universidad de la Thai Nguyên, alcanzó su cargo actual dirigiendo un grupo de 38 rangers que se encargan de hacer cumplir las leyes medioambientales en el parque.
Entre sorbos de te y humos de cigarro, nos desgrana detalles del trabajo diario de los rangers, explicándonos detalladamente que “Patrullan la selva en grupos de un mínimo de tres personas, equipados para ello con adecuados uniformes, GPS y dotación de arma de fuego. Ocasionalmente estas patrullas se desarrollan a lo largo de varios días recorriendo la selva y teniendo que pernoctar montando campamento. Sus principales tareas son evitar la caza furtiva y la tala ilegal de árboles”.
Mister Hoàng, (formula de cortesía preferida en Vietnam) aclara con cierta emoción que: “Es un trabajo peligroso, los rangers están expuestos a ataques de animales, picaduras de serpientes e insectos, tormentas y enfrentamientos con los cazadores furtivos”.
Marleen y yo conocemos que la joya, por así decirlo, del parque Nacional Ba be, es el Langur de Francois, un primate declarado en peligro de extremo de extinción. Nos hemos pasado horas con los prismáticos mirando las paredes de roca caliza a las orillas de lago y no hemos visto ni rastro de él. Desde hace algunos años esta en la lista roja de mamíferos de Vietnam. Existen aún algunos individuos en lugares puntuales del norte de Vietnam y al sur de China. El Parque Nacional Ba be es uno de estos santuarios. Pero son muy pocos los que quedan. La caza de Langurs ha sido habitual y muy lucrativa en el pasado, se pagaba mucho dinero por un ejemplar tanto vivo o como muerto. El consumo de muchas partes de su cuerpo son muy apreciadas en la medicina asiática tradicional por atribuírselas propiedades medicinales.
Mr. Hoang nos cuenta que habitan en Ba be unos 30 langures y que el año pasado se procedió a la detención de un individuo que fue descubierto por sus rangers tratando de cazar uno.
Tratamos de llevar la conversación a la presencia de pequeñas aldeas en el interior del parque, y cómo esto puede dificultar el trabajo de los rangers. Al igual que en otras zonas de sureste asiático, muchos de los habitantes de estos poblados se dedican a la caza y el aprovechamiento forestal dentro del parque, como un complemento tradicional de sus medios de subsistencia. Estos poblados normalmente practican una agricultura que genera pocos recursos y variedad de alimentos, por lo que complementan su dieta con productos vegetales y animales obtenidos de la selva.
Mr. Hoang nos cuenta que la caza no representa hoy en día un problema importante en el parque. Sus rangers llevan muchos años trabajando y controlando a los furtivos. La subsistencia del Lamur tampoco representa un problema, siendo los riesgos medioambientales más preocupantes cierta tala de árboles de baja intensidad por las poblaciones locales y la proliferación de basura derivada del creciente turismo. Mientras oímos este ¨canto de sirenas¨ de Mr. Hoang , no podemos dejar de pensar en los dos días que llevamos en el entorno del parque, durante los cuales la ausencia de animales y la escasez de aves nos ha sorprendido muchísimo en un entorno aparentemente tan salvaje y bello. El entorno selvático del parque es impresionante, aunque también lo es la impresión de que estamos ante una masa forestal vacía. El paraje parece sufrir el conocido como síndrome del bosque vacío.
Continua Mr. Hoang explicándonos que la gente de las aldeas está contenta con el trabajo de su unidad de rangers, son conscientes de que la fauna y flora salvaje del Parque es el origen del creciente ecoturismo y las consiguientes nuevas fuentes de ingresos para la aldea. Para finalizar y antes de marcharse comenta serio: No se preocupen tanto, aquí todo esta en orden, nosotros cuidamos perfectamente de todo.
Abandonamos las oficinas del cuartel general de los rangers con muchas dudas y haciéndonos muchas preguntas. De vuelta a nuestro alojamiento, consultamos nuestra documentación sobre el parque. Existen desgraciadamente estudios recientes algo más negativos respecto a la evolución de la flora y la fauna del Parque Nacional Ba Be, como por ejemplo: Population Status of Francois Langur at Ba Be National Park. Dong Thanh Hai. Vietnam National University of Forestry.
En este estudio se encuentran algunos datos alarmantes:
La fauna del parque esta extremadamente mermada por la caza furtiva, que utiliza habitualmente trampas, escopetas, ballestas y perros de caza.
También son un problema la tala ilegal, la limpieza del bosque para cultivo y el pasto de animales.
El Langur ve reducido constantemente su hábitat y existen cada vez menos individuos.
La construcción de una nueva carretera con fines ecoturistas ha desplazado al Langur de uno de sus emplazamientos tradicionales.
El turismo esta originado una enorme cantidad de suciedad y desperdicios en el lago Ba Be.
Al día siguiente nos levantamos con la idea de recorrer los tres lagos que conforman el gran lago Ba Be y observar más de cerca la fauna y la flora del parque desde las orillas del lago. Linh el hijo de la familia en cuya casa nos alojábamos, preparó un bote y nos subimos con las bicicletas.
La travesía comenzó visitando un templo budista en la cima de uno de los islotes del lago. Aunque los vietnamitas no viven el budismo como sus vecinos laosianos, camboyanos, tailandeses o birmanos, poseen un buen número de templos budistas de estilo y caligrafía similar a la china, resultado de una ocupación de casi 1000 años. Respecto al budismo vietnamita uno de los hechos que más me impactó conocer fueron las inmolaciones de monjes vietnamitas durante la guerra del Vietnam, ardiendo a lo bonzo como forma de protesta contra la guerra.
Los escasos 100 metros de escalinatas que llevan al templo están llenas de tenderetes en los que mujeres de las aldeas venden raíces, semillas, hojas y ramas del bosque, así como bebidas artesanales elaboradas con las mismas.
Después Linh nos lleva a una isla en cuyo centro hay un pequeño lago del tamaño de un campo de fútbol y sobre el que los locales cuentan mitos de hadas que causan encantamientos en los pescadores. En este trayecto a pie volvíamos a encontrar la misma proliferación de tenderetes de productos silvestres y basura en forma de plásticos por doquier.
De camino al tercer punto de interés: las cataratas, quizás por que Linhn nos ve escudriñando con los prismáticos los enormes árboles, los ficus, higueras, bambús y las paredes de roca caliza, nos cuenta que tiene algunos amigos que son cazadores. Que se dedican a la caza como una fuente extra de ingresos al cultivo de arroz y el maíz, o la cría de pollos y cerdos.
Linh nos sorprende entonces, haciendo un alto con el bote en una casa a la orilla del lago. En ella vive Jung un joven de 21 años, pequeño pero de cuerpo musculoso y dientes ennegrecidos por el tabaco. Se presenta como cazador, su padre le ha enseñado todo lo que sabe sobre la caza y a éste se lo enseño su abuelo. Sus amigos le admiran por sus habilidades cazando y no oculta su orgullo por ello. Nos ofrece cazar para nosotros un animal salvaje para la cena, aunque es difícil definir el precio, por que nunca se sabe que animal serán el abatido. Normalmente un pequeño mamífero, de los que habitan en el parque: ardillas, topos, pangolines, loris perezosos, erizos, nutrias, civetes. La caza se pide normalmente por encargo. Son gente de negocios con dinero que desean agasajar con una carne especial a sus invitados. Lihnn y Jung nos cuentan que el sabor de uno de estos animales salvaje es mucho mas delicioso que el de un animal doméstico. Nos despedimos de Jung, quien decepcionado, vuelve a guardar las trampas y la ballesta que había sacado de un arcón a nuestra llegada.
Linh nos lleva a las cataratas del lago Dau Dang en la punta oeste, en ellas el lago descarga agua saltando sobre unos enormes bloques de piedra, entre densa vegetación. A partir de aquí toda esa agua vuelve se transforma en el rio Nang.
En nuestro camino de regreso vamos recogiendo en bolsas una innumerable cantidad de botellas de refrescos, agua, latas de cerveza, bolsas de plástico...etc que hay esparcidas por todo el camino, Lihnn y otros aldeanos nos miran con incomprensión, cuando al finalizar el sendero, regresamos a la barca cargados con dos grandes bolsas llenas de basura.
Después de casi cuatro horas de recorrido y búsqueda sin tregua con los prismáticos, apenas si hemos visto animales o aves. Un cuervo, dos garzas y algunos sílvidos son los únicos animales que nos podemos apuntar en la lista. Es sorprendente el vacío que sufre la enorme masa forestal del entorno del lago. El bosque de Ba be esta claramente afectado por el fenómeno conocido como Empty Forest Symdrome, (Síndrome del bosque vacío), tenemos ante nosotros una enorme masa forestal sin fauna.
Linh pone rumbo nordeste, hacia la cueva Puong. Durante millones de años el rio Nang ha atravesado el macizo calizo conocido como la montaña Lunh Chan, escarbando una grandiosa cueva navegable que recorre las entrañas de la mole caliza. La cueva tiene 300 metros de longitud y techos que se elevan a más de 30 metros. Es un lugar realmente impresionante. Durante todo el recorrido en barco pueden admirarse pintorescas formaciones rocosas con forma de paños ondulados de seda, cascadas, fuentes petrificadas, tentáculos de pulpo, chorreras y estalactitas... creado un magnifico hogar para una colonia de más de 10.000 murciélagos de 18 diferentes especies.
Después de casi 26 Km de recorrido en bote. Martilleando todavía,el tuc tuc del motor en nuestros oídos empezamos a pedalear entre una plantación de maíz, que es el muelle improvisado en el que Linh nos ha desembarcado. El próximo destino Cho ra a 10 kms, donde planeamos pasar la noche.