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Últimos kilómetros en Laos. Camino de la frontera a Vietnam.



Llevamos metidos una semana y media de nuevo en una zona montañosa. Desde que dejamos las orillas del Mekong en Paksan, para poner rumbo norte huyendo del calor y de las carreteras con demasiado tráfico, subimos y bajamos sin cesar. No hay un solo día de pedaleo que no acabemos reventados.


Por otra parte la belleza de las montañas, la exuberante naturaleza y las sensaciones de encontrarse en un lugar remoto, compensan el esfuerzo.

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Pedaleamos por carreteras que serpentean trepando entre un bosque formado por árboles de un verde intenso, el suelo cubierto de palmas, bambús y otros matorrales y plantas exóticas en los que se escuchan las carreras nerviosas de pequeños reptiles y roedores.


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Algunas aldeas salpican las carreteras. Sus casas de madera, de preciosos colores verdes y azules, parecen estar pobladas casi exclusivamente por niños. Decenas de ellos corren a saludarnos, gritan “Sabaidi”.






Me paro, decidimos parar y hablar un poco con ellos. Nadie quiere ser el valiente de hablar con el extranjero con barba, salen corriendo, tienen miedo de que?. De estos pelos que he dejado crecer alrededor de mi boca y nariz? Quizás debiera cuidar un poco más mi aspecto.




Con los mayores también ocurre lo mismo. Nos observan fijamente pero no desean hablar. Ha quedado atrás el carácter abierto de las gentes de las tierras bajas “lowland”, para entrar en las regiones dominadas por el complejo carácter de las gentes laosianas de las montañas.


Se hecha la noche encima y estamos en medio de la nada en las alturas. Anocheciendo llegamos a una pequeña aldea con unas 10 casas. Sus niños, unos 20 nos rodean y miran con curiosidad y temor. También salen algunos mayores del interior de sus casas. Tratamos de explicar que desearíamos dormir en nuestra tienda de campaña en la aldea o sus alredores. Nadie contesta. Tras algunos segundos un chico de unos 30 anos, extremadamente delgado, con una gorra y rasgos más de mongol que de laosiano, parece asentir tímidamente y nos llevan a una casa donde tres varones de mediana edad, uno de ellos de aspecto educado y aseado, en semioscuridad beben de una vasija campaniforme un viscoso fluido.


Absorben con sus bocas el extrano líquido através de una finas y alargadas cañas. Sus ojos brillantes y su serio semblante parecen trasportarnos a cierta ceremonia litúrgica. Nuestro enlace, el chico de la gorra parece explicar nuestros deseos al resto, mientras las mujeres de la aldea observan desde la puerta de la habitación. Los niños han quedado al margen. Los cuatro debaten sobre nuestro futuro descanso y nos muestran una cañita de las que se hunden en el denso fluido. Al absorber siento el sabor a alcohol en un dulce y templado liquido de origen vegetal que cae por mi garganta, no quema, pero contengo la tos y las nauseas. Es el wisky de Laos. Resuelven que al ser mañana domingo, podemos dormir en la escuela. El joven educado resultó ser el maestro de la aldea.



El carácter de las gentes de las montañas de Laos, no difiere probablemente de los de otras latitudes y paises, conservador, reservado, temerosos del extranjero, poco entusiastas de lo novedoso y de facil perplejidad ante lo extraño... A ello hay que añadir la peculiar idiosincrasia Laosiana, que describían muy bien los franceses al hablar sobre los pueblos de la peninsula de indochina bajo sus dominios: ´´los vietnamitas plantan el arroz, los camboianos miran como crece y los laosianos lo oyen crecer´´.


Las subidas son a veces larguísimas mientras las bajadas son por contra cortas y rápidas. Las velocidades medias apenas si superan los 10 km por hora durante estos días. Necesitamos 8 horas efectivas de pedaleo para hacer 80 km.


Hace cuatro dias subimos casi 3.000 metros en un día. Yo me lleve la peor parte, Marleen estaba muy cansada, pero yo por la noche tenía calambres por todo el cuerpo y se me montaban los músculos de las piernas cada 5 minutos, también los de la espalda y un par de veces bostezando se me montaron incluso los tendones del cuello y mandibula.


Estos paisajes alucinantes estan desapareciendo drástica y dramáticamente. Pedaleamos en dirección a el gran área natural protegida Nam et Phou Louy. Sentimos su proximidad por la abundante fauna que nos rodea, cantos de pájaros y ruidos entre la maleza, son prueba de la cercanía del parque. Hay mucho humo en el horizonte. Estos días hemos visto faldas enteras de montañas arder. Hoy no es una excepción.


Entramos en una densa niebla de humo, las cenizas caen a nuestro alrededor, se pegaban en nuestras piernas, brazos y caras sudadas. Sentimos el calor que irradia el incendio, son momentos de duda, nos alarma. Debemos retroceder?


Unos campesinos, probablemente los propios pirómanos, nos hacen señales para cruzar rápido. Hay dos frentes de fuego que se dirigen a la curva de la carretera que tenemos delante a unos 200 metros. Pedaleamos fuerte con las camisetas a modo de mascara en la nariz y dejamos el incendio atrás.


La razón de los incendios en estas montañas es una técnica agrícola conocida como "Slash und Burn", corte y quema. La tala y posterior quema del bosque para plantar arroz montero, maíz o plataneras dependiendo del grado de desnivel. Las cenizas son buen fertilizante. Los primeros años las cosechas buenas, a corto plazo la tierra se va perdiendo por causa de la fuerte erosión y la montaña queda en tres o cuatro años baldía.





Estos bellos bosques de las montañas de Laos condenados a desaparecer incluso en aquellas Áreas que están legalmente protegidas, son tema de nuestras conversaciones el resto de trayecto. Cuantos animales, aves e insectos fallecidos o que se quedan sin hogar sacrificados para un beneficio tan efímero. Daños irreparables para las futuras generaciones de las aldeas, que heredan una tierra esteril y sin nada que cazar.


Hay más zonas protegidas, ya hemos visitado varias. Pero es común a ellas que los limites no esten claros. Las autoridades de Laos y sus agentes parecen no tomarse suficientemente en serio el problema, a pesar de que el turismo ecológico es uno de los principales ingresos de Laos.



Estamos llegando a un pueblo que se llama "Sam Neua". Ayer hubo tormenta y tuvimos que dormir en una gasolinera despues de hacer 70 km lloviendo y un desnivel acumulado de 2.800 metros. No había albergue ni mas fuerzas. En Sam Neua parece ser que hay buenos albergues.


Sigue lloviendo aún como ha hecho todo el día, hemos hecho 59 km en 5 horas, todo montañas necesitamos un par de dias de descanso en un buen albergue, antes de dar el salto a Vietnam, todavía a 98 km.


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