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LLegada y estancia en Vang Vieng


Es difícil dormir de madrugada en la ciudad de Vang Vieng, durante toda la noche suenan los rugidos de los potentes motores que propulsan los bombarderos B-52 a lo largo de la pista de más de un kilometro. Levantan con esfuerzo sus pesadas panzas del asfalto y sobrevuelan el cielo de Laos dirección Vietnam. A unos 150 kilometros, sin haber cruzado la frontera del vecino país, descargan sobre las aldeas comunistas toneladas de bombas con un mortífero cargamento. Es la conocida como Guerra Secreta Americana en Laos 1964-1973. Vang Vieng es una de las bases estadounidenses de las que despegan un avión cada 8 minutos, 24 horas al día, durante 9 años. Dos millones de toneladas de bombas descargadas durante ese tiempo.

Este sonido de guerra ha sido sustituido hoy en día en Vang Vieng, por el de la música disco y los gritos de de los bañistas occidentales que descienden por el río Nam Song con sus traseros empotrados en una cámara de camión y un coctel en la mano.

Llegamos a la ciudad después de recorrer los 230 km que la separan de la bella Luang Prabang en 3 días. Hemos recorrido una zona montañosa en un primer día de fuertes subidas hasta los 1200 metros de altura. Una segunda etapa de transición de media dificultad, tras la que pudimos relajarnos en una gran piscina de aguas termales ¨Hot Springs¨, junto a las que acampamos.

Y una tercera etapa ligeramente descendente, en la que los últimos 60 kilómetros han sido espectaculares. En este último tramo se levantan magestuosas paredes de roca caliza gris, de las que cuelgan desafiantes arboles y diversa vegetación menor. Estas grandes moles se transforman al final del recorrido en aisladas torres calizas verticales, que serían objeto del deseo de cualquier alpinista entusiasta. Un Halong Bay disecado en el centro de Laos.

Hemos hecho el recorrido de la última etapa acompañados de Tomi e Ingrid dos franceses que viajan por Laos con bicis de doble suspensión y ligeros de equipaje. Tratan de adaptarse a nuestro ritmo más lento y el viaje en grupo de cuatro se hace muy ameno. Paramos a comer junto a unos espectaculares muros de roca caliza, frente a un pequeño mercado montado a la orilla derecha de la carretera.

Vendedores de las aldeas ofrecen productos del bosque, madera, raíces, tubérculos, plantas...Nos llaman rápidamente la atención, como siempre, la presencia de numerosas jaulas.

Al acercanos vemos pajaros, topos y otros pequenos animales. Marleen saca la cámara con una mezcla de pena y enojo. Se pone a disparar como si cada foto fuera una reclamación en favor de los pobres animalitos. Los vendedores se enfadan, no quieren fotografías. Lanzan sobre las jaulas sabanas y recriminan su comportamiento. Saben que algunos de estos animales no pueden ser cazados, también su venta es ilegal, pero la tradición y la lucratividad del negocio pesan más que leyes que no comprenden y que muy pocos cumplen.

Llegamos por fin a la ciudad de Vang Vieng que alberga todavía intacta en el centro de su callejero la macabra pista de despegue. No hay un solo edificio sobre ella, permanece intacta, tal como la dejaron las tropas americanas antes de la retirada. Es un monumento horizontal al horror.

Observamos en el centro de la ciudad frente a un bar donde hay aparcados una fila de ¨Tuctucs¨ algunos trapicheos entre locales, pequeñas bolsas que se intercambian por algunos billetes. Bolsas que después pasan por diversas manos y que presumimos seguramente tendrán como consumidor final un turista occidental. Vemos muchos comercios, pubs, restaurantes, agencias de tours y muchas tiendas alquilan motos scooters, off road y buggies.

A finales de los años 70, terminada la intervención secreta americana en Laos, Vang Vieng se convierte en una meca hippy. Las fiestas y el consumo de drogas atraen a muchos occidentales. Se pone de moda el tubbing en el río, bajar drogado y bebido sentado sobre una rueda de camión. Con el tiempo tras diversos occidentales fallecidos ahogados, las autoridades toman cartas en el asunto y se sucederán las redadas y esfuerzos por frenar la decadencia en que la ciudad se había convertido.

Tomi que conoce la ciudad de viajes anteriores, recomienda cruzar el río y alojarnos al otro lado, una zona mucho más tranquila. A travesamos un estrecho puente construido por cañas que recoge todo el tráfico de peatones y motocicletas entre las dos partes de la ciudad.

Después descubriremos que hay un segundo puente en Vang Vieng de estructura metálica. Solo lo utilizan camiones y coches. Deben pagarse un peaje de 6000 kips, 0,80 euros.

Llegamos al Hostal Maylyn, donde se alojan seguramente los viajeros más tranquilos de la ciudad. Nos encontramos con un francés solitario con cara de Unamuno, algunos otros viajeros y viajeras veteranas que...Los Bungalows de madera están diseminados por un gran jardín con numerosas plantas y árboles, nos encanta desde el principio.

Queremos pasar unos días en la ciudad, por que hemos leído que tiene a su alrededor algunas paredes para escalar. Hay unas 80 rutas si se cuenta un sector ubicado a 20 kilometros. Se trata del segundo mejor lugar de Laos para hacer escalada deportiva. Rebuscando entre un montón de libros y revistas del Hostal hemos descubierto una fotocopia de los croquis. Estamos muy contentos porque mañana la escalada pasa al primer plano, la última vez fue en el Norte de Tailandia hace casi un mes, ejercitaremos nuevos musculos y experimentaremos nuevas sensaciones diferentes a las de dar pedales. Los bares a la otra orilla del río siguen pinchando musica cuando nos acostamos, me alegro de haber cruzado al otro lado del río, gracias Tomi.

Nos levantamos temprano conforme a lo planeado la noche anterior. Objetivo escalar en el sector ¨Sleeping Wall¨. Llegar hasta el debe resultar facilísimo. Está a solo 4 kilometros según mi Gps. Seguimos las pistas que el aparato marca y que parten desde nuestro mismo Albergue. Al final necesitamos una hora y media para completar el recorrido. El camino nos ha hecho atravesar innumerables campos de arroz secos. Pequenas parcelas llenas de agujeros y delimitadas por pequenos muros de contención, nos hacen caminar con las bicis en brazos y zigzaguear buscando la mejor ruta. Cuando llegamos a las paredes estamos derrotados.

Llegamos por a la mañana siguiente al sector ¨Sleeping Wall¨. Hay ya dos escaladores escalando. Cruzando saludos, rápidamente nos damos cuenta reciprocamente de que somos españoles, el acento hablando inglés nos delata. Son Eric, catalán y Magdalena, alemana, llevan viajando a mochila nueve meses se conocieron en Nepal y desde entonces son pareja. Al poco tiempo llega un grupo, son monitores de escalada de Laos y alumnos de diferentes nacionalidades, una pareja escocesa, dos amigos israelíes y un suizo.

La rutas son interesantes, aunque les faltan un poco de altura y luz, el sector se encuentra situado en una garganta y está rodeado de frondosa y elevada vegetación, por lo que apenas llega luminosidad. A la vuelta donde teníamos aparcadas las bicis, el primer pinchazo del viaje, la llanta trasera de la bici de Marleen esta en el suelo.

Era nuestro segundo día en Vang Vieng y habiamos oído de grandes paredes y elegante escalada junto a nuestro albergue, así que decidimos ir andando a unas paredes situadas a escasos dos kilómetros. El único problema es que el camino a las rutas de escalada coincide con el de una cueva y por el uso de dicho camino se deben pagar 10.000 Kip 1,5 euros. Tratando de esquivar el canon dimos un rodeo siguiendo la cuenca seca de un río, que nos hizo dar un gran rodeo en plena solana.Tenemos delante una pared de roca caliza de unos 200 metros de altura, bastante estructurada y escalable, pero con los prismáticos no vemos ningún parabolt, reuniones u otros signos de posibles rutas de escalada.

Si vemos una impresionante escalera fabricada a base de canas de bambú de unos 50 metros de altura, que describe una curva hasta la entrada de una gran cueva en medio de la pared. Se trata de la forma de acceso a la cueva de la que los locales recogen el guano. Estiércol de gran efecto fertilizante que es otra cosa que las heces de murcielago. En la pared también hay algunos monos macacos que juegan saltan de rama en rama jugando entre ellos.

Seguimos dando muchas vueltas, hasta que vemos algunos parabolts algo mas al oeste del punto inicial en el que estábamos buscando, pero la densa vegetación ha invadido los caminos de acceso y desistimos.

En el camino de vuelta al alberque desanimados pasamos por una cueva. Parece aparentemente ser solo un abrigo en la roca, pero en una esquina hay un agujero en el suelo, con una pequeña escalera que baja y sigue por un pasadizo de la anchura de mi tronco y por el que continuo avanzando a gatas. Marleen se queda fuera, yo voy avanzado con el móvil en la mano y haciendo fotos. Me ilumino con el flash porque no se como funciona la linterna del móvil. Encuentro nuevas escaleras que vuelven a bajar y otras que vuelven a subir. Después de 20 o 30 disparos de flash el móvil se queda sin batería. Tengo que regresar a tientas esperando no confundirme de túnel en los 20 metros que he avanzado. La cueva ha satisfecho mi sed de aventuras, salgo a gatas pero orgulloso.

Conocemos en nuestro albergue por la noche a una pareja de escaladores de Taiwan que nos cuentan que han alquilado una moto durante estos días y están escalando a 20 km de Vieng Vang en un sector de vías muy interesantes. Nos comprometemos a unirnos con ellos al día siguiente pero amanece lloviendo y tenemos que cambiar los planes. Almorzamos en una granja ecológica y por la tarde cuando la lluvia escampa nos vamos de nuevo a escalar a Sleeping Wall.

La granja ecológica de Vieng Vang nos sorprende, una gran plantación de moras con la que hacen deliciosos zumos, cabras, cerdos...una primera semilla para el ecoturismo de la zona. En ella trabaja una chica francesa...!Son ya muchos los viajeros que deciden dejar el nomadismo de la mochila y asentarse en una zona remota que les cautiva. Qué vidas tan alejadas de la urbanita de la gran urbe!

Es nuestro cuarto día en la ciudad, salimos en bici hacia el pueblo de Patang, donde los Taiwaneses nos habían contado que llevan unos días escalando vías muy chulas. Desde la carretera se ven las preciosas paredes de roca caliza desplomada y chorreras Me empeño en aparcar las bicis junto a las paredes. La idea se convierte en una odisea, debemos cruzar una profunda cuenca de un rio seco, un campo minado de coles en el que nos vemos obligados a tomar las bicis en brazo. Y por último una lucha con la densa maleza que cierra el paso. Los Taiwaneses conocen un camino mejor y ya estan calentando. Llevan cuatro dias escalando en el sector, han escalado ya muchas rutas.

Nos llevan a las rutas mas sencillas, de camino a las que nos encontramos una enorme red de cazar pajaros, con un murciélago totalmente enredado en ella. El animal no se mueve, tiene los ojos abiertos, parece estar vivo. Los hilos estan totalmente enrollados en las patas, las alas y la cabeza.

No hay dudas, tampoco para los taiwaneses, tenemos que liberarlo! Al acercanos parpadea, nos ponemos manos a la obra, con la navaja y la ayuda de los taiwaneses cortamos la red. El pequeño ratón volador al principio aturdido y exhausto no reacciona. Unos segundos después remonta el vuelo y se cuelga boca debajo de la rama más alta que hay en los alrededores.

El pobre se había pasado toda la noche cabeza arriba, como un Cristo, con lo poco que les gusta tener a estos animales la sangre en los pies. El día de escalada ha merecido la pena, después de calentar hemos hecho algunas rutas más duras. Rutas de resistencia, con desplome y algunas chorreras, pasos de confianza con buena adherencia, 6b, 6c,7a.

Regresamos pedaleando a Vieng Vang donde por el camino nos encontramos con, Pierrlú un cicloviajero francés alternativo. Empezó tambien en Bangkok con una bicicleta de Decathlon y macutos adaptados artesanalmente. Demuestra que para viajar en bici no es necesario tirar la casa por la ventana invirtiendo en el mejor material del mercado. Olé por ti Pierrlú!

Mañana abandonamos Vang Vieng en dirección a la capital de Laos Vientane.


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